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El sindrome del 7º de Caballeria

lunes, 14 de mayo de 2012


En días como hoy de modo especial, pero no sólo en jornadas de este estilo donde parecen habernos quitado el suelo donde pisar y el cielo con que soñar, me siento tentado de cerrar los ojos y escuchar callado, atento, fija el alma en el horizonte. Siempre devoto y entregado a la idea de escuchar romper el silencio unos cascos lejanos al galope. Primero de modo ligero y tímido para pasar, en apenas unos instantes, a tronar victoriosos y triunfantes. Las cornetas cantan el auxilio que llega para el asediado, los refuerzos han llegado. Los malos tocan a retirada entre blasfemias y juramentos de negra revancha.
No sé quizá fuese la literatura,

“Al amanecer del quinto día, al alba, mira al Este”
Gandalf, El Blanco.
LOTR Las 2 Torres

La religión,
las películas,
la música…


Pero desde siempre he creido en la infalible concurrencia de la providencia en el apuro del justo. En los refuerzos con forma de rescate (palabra que hoy se encuentra desvirtuada por el ánimo predador de los Mercados) para quien lo da todo en la lucha y vacía en su virtud de dejar en la pelea todo cuanto tiene. Sin cuartel ni esperanza de obtenerlo, pero a fé cierta de encontrarse en la orilla justa por la que dejarse la piel. Y aún creo. Creo en esa mística de poso infantil de que la fortuna es esposa de los valientes y los limpios de corazón. Que nadie con una causa justa puede caer ignorado y en silencio. Nadie con la verdad en su corazón y en sus actos puede estar solo. Que nadie acuda en ayuda del que es asaeteado por los crueles y los codiciosos. A mí esto me viene desde la edad de los cromos y cuando algo abunda en raíz tan profunda difícil es de renunciar a ello.

Por eso digo no a que esta tierra y esta gente, nuestra tierra y nuestra gente, pueda ser devorada por malos designios o torpedos financieros. Latigazos de mentiras con los que, desde mil cuevas, sucias parcas apedrean nuestros cristales para que el miedo nos haga dudar de lo último, de nosotros mismos. Pero no habrá huida, no habrá rendición. Porque sé que en todas partes la gente pelea cada gramo de futuro a cara de perro, no puede escribirse un final triste para ellos. Por eso sé que no sucumbiremos a la pena y al olvido bajando los brazos. Los justos no estarán solos y pronto oirán las cornetas para volver a sonreir.