viernes, 17 de enero de 2014
Decía ayer mismo un compañero del trabajo, a propósito de una conversación banal acerca de los usos y modos de amueblar nuestras casas, que el universo conceptual de IKEA funciona y prospera comercialmente porque vivimos el tiempo del "refresh". Donde priorizamos el importe a lo bueno que pueda ser, conscientes que nos cansaremos en breve del mueble o decoración de turno. Contraponía estos días con aquellos en los que nuestros abuelos y aún padres escogían muebles con vocación perpétua. Calidad y durabilidad por delante de factores como diseño o precio. Quien más y quien menos ha conocido mesas de auténtica madera maciza y muebles de corte clásico, perfectamente funcionales, con décadas y décadas a sus espaldas. Los de para toda la vida que se decía.
La mentalidad ha cambiado, quizá no de modo espontáneo ni natural. La voluntad ha sido tallada y el deseo cincelado, por los mismos que en los últimos años 50 concertaron la obsolescencia programada de los bienes de consumo. En origen se requería una necesidad real para provocar el deseo de consumo, para acelerarlo bastaba con acortar los plazos de vida util del producto que satisfacia la necesidad. Volver a atraer al potencial cliente al flujo de compra se hizo el motor de todo el proceso y para su expansión requería de plazos cada vez más cortos de feedback. Para ello se reclutaron dos poderosas armas: el diseño y la publicidad. El primero se encargaba de que las fechas de caducidad en los productos fuesen más ligadas al color o al material del que estuviesen hechas las cosas y menos de que continuasen dando un servicio razonable. Y la segunda, es la melliza civil de la propaganda militar con eso está todo dicho. A la limón consiguieron dar vuelta de tuerca tras vuelta de tuerca a la sociedad de consumo hasta llegar al paroxismo. Ejemplos tan grotescos como cotidianos los hallamos en cualquier hogar cercano. ¿En qué cajón de cualquier casa, no aguardan bajo el polvo dos o tres teléfonos móviles con el 80% de sus cualidades intactas? Defenestrados por un modelo ulterior y por supuesto más caro. ¿Cuantos Discman en plenas facultades jubilados por Mp4s, esos que a su vez palmaron jovenes con la llegada del Ipod y ahora yacen juntos en el olvido? ¿Era necesario o la sociedad demandaba la muerte del DVD? ¿Era el BlueRay otra cosa aparte de un intento de obsolescencia concertada? Y si entrase en el tema ropa no tendría años en esta vida para reivindicar los cadaveres de la MODA, que se entierran en las fosas comunes de los armarios. Las necesidades creadas han estado ahí siempre, sin embargo las revoluciones a las que han llegado a centrifugar en los años previos a esta Crisis eran de juzgado de guardia.
Hoy somos yonquis de esos días, arrastrándonos y sintiendo una pobreza que es tan irreal en lo material como verídica en lo espiritual. En los 80 una familia media vivía con bastante menos de lo que muchas familias inmersas en la Crisis disponen hoy. No obstante, la sensación de necesidad no era ni una décima parte de la actual. Y es que el lavado de cerebro ha sido tan intensivo y exitoso que, con dramáticas y reales excepciones, vereis que el concepto de pobreza no se mide en términos de necesidades reales si no de aquellas implementadas en los tiempos de bonanza. No son pocos los que han tenido que descubrir y afrontar su adicción al sistema consumista de la peor manera: siendo excluido del mismo. Esperemos que al menos el dolor no salga gratis, nos sirva para reflexionar y poner muchas cosas en su justa escala de valores.
Prueba a preguntar a cuantos niveles de necesidad
y en qué grado responden tus compras,
por ejemplo tus regalos de Navidad.
Hoy somos yonquis de esos días, arrastrándonos y sintiendo una pobreza que es tan irreal en lo material como verídica en lo espiritual. En los 80 una familia media vivía con bastante menos de lo que muchas familias inmersas en la Crisis disponen hoy. No obstante, la sensación de necesidad no era ni una décima parte de la actual. Y es que el lavado de cerebro ha sido tan intensivo y exitoso que, con dramáticas y reales excepciones, vereis que el concepto de pobreza no se mide en términos de necesidades reales si no de aquellas implementadas en los tiempos de bonanza. No son pocos los que han tenido que descubrir y afrontar su adicción al sistema consumista de la peor manera: siendo excluido del mismo. Esperemos que al menos el dolor no salga gratis, nos sirva para reflexionar y poner muchas cosas en su justa escala de valores.